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domingo, agosto 14, 2011

Eiségesis

He escrito dentro de un vodka deliciosamente cargado y no vine aquí para dejar de beber. Vine a llorar como una niña porque sigo enamorada, porque hay quienes se toman un mes para borrar memorias y porque existe quien con su presencia me sigue manteniendo ingenua y le sigue moviendo los hilos a esta marioneta que aún se rompe en cuarenta cuando habla de ti.
Sigo esperando magia, oraciones celestiales, cánticos un tanto demenciales. Todavía lo recuerdo.
Mi euforia y mi pesimismo optaron por cocerse con hilo negro aquella boca que les pertenecía y así, sin poder contra mí, dije: "los gemidos restan, las emociones brotan como si se sufriese lepra y los placeres me hacen estar justo aquí".
Suciedad, polvo y soledad. Anoté.
El amor es una cama, el amor viste con el adjetivo usado, en todos los cuerpos, en todas las ropas, en todas las caras, en todas las vidas habidas y por haber. El amor son cuatro letras con calidad de ramera. La A de ausencia, la M de masturbación, la O de obsesión y la R de traición.
Sí, lo dije acentuando ésta última y sin sentido.
Traicionamos el alma, el coraje, no existe control. Erre de todas esos que quitan hasta el cielo aunque sea azul, aunque sea celeste, aunque se diga celestial.
Sí, me he convertido en una especie de payaso que no para de llorar.
Tus rimas valen nada, mierda pura, romanticismo ficticio directo al precipicio.
Sí, lo dije construyendo puentes de palabras sin saber a dónde irán.
Rompí todo suelo plano de su ilusa ciudad. No había un planeta, ni siquiera tierra, mucho menos las calles de la ciudad, jamás su alma. Nunca la mía.
Odio tu estúpida condescendencia, tu completa ceguera y tu minúscula memoria. Me aterra tanta fuerza tuya y tantas vidas en una sola.
Él es mi verdugo y viceversa.
Te sugiero nunca jures, menos amor, menos a mí.

Para todos, exégesis.
Para ti, eiségesis.


Sí, aún te llevo en las entrañas.

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