De pasiones.

He cambiado quizá la forma de escribir o quizás ha sido el tiempo el que me va cambiando y mis letras lo notan.
Hoy siento que podría comenzar a escribir palabras donde el amor se viste de cocinera, se pone un gorro alto, un delantal colorido, y se dedica a preparar con tiempo un bello menú para esa persona que quiere seguir mirando a los ojos, cruzar palabras y pasiones.
Podría ser yo la cocinera y decirte que me gustaría comenzar haciendo un tierno pan con la harina de tus palabras, añadiendo agua clara que refresque el momento.
Podría ser yo la cocinera y decirte que aprendí a rehogar mis emociones, las que surgen más frecuentemente y a veces no las entiendo, las que embargan y me llenan de lágrimas, las que me hacen sentir pletórica y capaz de cocinarme el mundo y, una vez rehogado, a crear con él bellos ramos de versos que ofrecerte.
Podría ser yo la cocinera y cantarte, suavemente y al oído. Cantarte canciones que aliñen nuestros brazos, dándoles la gracia del aceite viejo y la picardía del vinagre nuevo, sazonar tus sentidos, uno a uno con los míos.
Podría ser yo la cocinera que lentamente y con ternura, ase las pasiones que nos unen y especiar los momentos más doloros, recoger las lágrimas que nos llegan y formar con ellas los recuerdos dulces. Podría sonreír mientras espero a que se tuesten las felicidades que nos da la vida, añadiendo un poco de vino blanco e invitándote a sentarte en mi mesa.
Podría ser yo la cocinera, y la escritora, y darle letras de amor, esperando que aproveches mis palabras cocinadas aquí. Y que las leas, y las transformes.
Soy yo, la cocinera y me olvidé, otra vez, para desesperación tuya, de apagar la hornalla.
Y arde.